Tratémoslos como lo que son, como humanos
Por Vicky Alarcón
Todos en algún momento nos enfrentamos a problemas u obstáculos difíciles. Muchos haríamos hasta lo imposible por tener siempre cerca a nuestras familias y otros lo dejaríamos todo por ir en busca de una mejor vida. Sin embargo, nos hemos convertido en una sociedad demasiado egoísta, donde cada individuo piensa simplemente en sus propios intereses. Donde el más privilegiado no analiza o no se interesa en la vida de los que viven bajo la opresión, y mientras esto no cambie, no podremos darnos cuenta de los problemas sociales que están presentes a nuestro alrededor, uno de ellos la migración. Los inmigrantes no son un grupo de pobres desfilando o buscando dinero en otro país, sino son un signo de la globalización. Es un signo de la decadencia del neoliberalismo. En la actualidad, miles de personas se ven forzadas a dejar su país de origen, estamos percibiendo la movilidad más grande de la historia, y no necesariamente por el turismo. Y lo peor es que estamos actuando de la peor manera, hacemos todo lo posible por proteger nuestra frontera de estos “criminales”, deportamos a todos esos que “roban” nuestros recursos y empleos, y detenemos a esos que logran poner un pie en nuestro territorio en contra de la ley.
¿Pero cuál es el lado humano de estas historias, ese lado que no vemos reflejado en la televisión o en nuestros libros de historia y política? Somos pocos los que tenemos la oportunidad de poder escuchar historias impactantes relatadas por inmigrantes, inmigrantes que deciden a dejarlo todo por comenzar una nueva vida. Al inicio de este año tuve la oportunidad de conocer a Rosa,una joven salvadoreña llena de metas y de sueños, quien un día cansada de las desigualdades, violencia, y falta de recursos, decidió caminar al norte para reunirse con su hermano en los Estados Unidos. Existe una teoría que explica un poco por qué las personas deciden emigrar, “social network theory”. El argumento principal de esta teoría es que las personas emigran a los lugares donde ya tienen conexiones o un sistema de apoyo. En el caso de Rosa, su hermano fue quien la orientó y lo motivó a emigrar a este país.
Cuando hablo de caminar, me refiero al acto literal de caminar, recorrer kilómetros y kilómetros de tierra desconocida con el objetivo de llegar a los Estados Unidos. Rosa relata todas las adversidades a las que se tuvo que enfrentar para poder llegar a su destino, todos los sacrificios que tuvo que hacer para poder juntar el dinero necesario para pagar un coyote, un aproximado de doce mil dólares. Rosa relata que, en El Salvador para poder ganar siete dólares, es necesario trabajar doce horas. Sin embargo, todo este sufrimiento y todos esos sacrificios no exentaron a Rosa del proceso de detención. Rosa logró cruzar a los Estados Unidos, pero como la ley lo indica, todo aquel que logre atravesar la frontera de manera ilegal será llevado a un centro de detención, donde se valorará su caso y se tomará una decisión. O de lo contrario se le otorgará deportación inmediata. Rosa fue detenida en la frontera de Tijuana con San Diego, y de allí fue trasladada a GEO centro de detención en Aurora, CO.
El día que yo conocí a Rosa, fue el día que fue liberada del centro de detención. Tres meses después de su arresto en la frontera. Tres meses de incertidumbre y privatización. Rosa relata su vida dentro del centro de detención, una realidad muy despegada a lo que ICE (Immigration and Customs Enforcement) presenta al público. Rosa me comentó que desde su llegada a GEO, sentía que la trataban como un criminal o incluso en varias ocasiones sentía que tenía menos derechos. Similar a lo que explica Golash-Boza en su libro, el sistema criminal mínimo les otorga el derecho a los ciudadanos de tener una representación legal, independientemente de su estatus económico [1]. Sin embargo, el sistema migratorio no ofrece este servicio a los inmigrantes, las personas en detención tienen que buscar y pagar por su propia cuenta una asistencia legal. De igual manera Golash-Boza argumenta que es mínimo el porcentaje de personas en detención que cuentan con los recursos económicos para pagar un abogado, y en la mayoría de los casos esos sin representación legal terminan siendo deportados [2]. Rosa por ejemplo tuvo la suerte de que su hermano la apoyará económicamente y de esta manera pudo contratar un abogado quien le ayuda con el proceso para obtener asilo.
Por curiosidad, le pregunté a Rosa como era la vida cotidiana en GEO, con una expresión de decepción la cara me conto que era exactamente lo contrario a lo que había imaginado de un país “libre”. Rosa describió los días eternos, donde había ocasiones que no sabían si era de día o de noche, especialmente porque no tenían acceso al exterior. Dice que no tenían ninguna actividad extra durante el día, más que comer, limpiar y dormir. Rosa platica que en su cuarto eran 8 mujeres y las 8 hablaban español, dice que muchos de los días preferían desvelarse toda la noche platicando sus historias, para dormir en el día. Especialmente porque en la noche no tenían mucha vigilancia y se sentían más libres para platicar y reír un rato. En la sala de espera del centro de detención hay varias imágenes donde ensayan las instalaciones por dentro, especialmente el cuarto de entretenimiento. Con la misma intriga, le pregunté a Rosa si esas imágenes eran la realidad dentro de GEO. Riéndose, Rosa contestó que nada que ver. Me contó que su hermano le decía lo mismo, que en la página electrónica de GEO había fotos de las instalaciones donde se proyectaba un lugar ameno para las personas en detención. Pero como los tenían vigilados todo el tiempo, ella no podía confesarle a su hermano que esas fotos no eran necesariamente de GEO, y que los aparatos para hacer ejercicio o para escuchar música ya son muy viejos y en caso de descomponerlos, los detenidos tenían que pagar la reparación. Así también los uniformes, Rosa platica que los uniformes están divididos en colores, según la gravedad del “crimen”. Cosa que para Rosa y para muchos es un signo de deshumanización, donde los mismos detenidos hacen prejuicios sobre otros compañeros y donde todos son tratados según el color de su uniforme. Rosa platica que en los días de visitas ella se quedaba en su cuarto, ya que no tenía familia que la fuera visitar y su hermano no podía dejar de trabajar para irla a ver, solo hablaba por teléfono con él. Para hacerla sentir mejor, le dije que no se perdía de mucho. Ya que los detenidos no podían tener contacto físico con sus familiares, a la hora de visita solo podían hablar por medio de un teléfono con poca señal y verse a través de un vidrio. Muchos en este centro de detención son culpables de cometer el “crimen” de dejar todo para poder brindarle una mejor vida a su familia o para ellos mismos.
Después de analizar la historia de Rosa me puse a pensar, ¿Dónde quedan los derechos humanos que como nación presumimos que tenemos? ¿Hasta qué punto decidimos quienes sí, merecen ser tratados como tal? Al final de la conversación, Rosa estaba llena de felicidad porque ya había salido de GEO y porque después de 5 años iba poder ver a su hermano. El mayor deseo de Rosa era llegar a Boston y comenzar a trabajar para ayudar a su hermano a pagar todos los gastos que habían tenido, el coyote, la fianza, el abogado y los vuelos de Rosa. En la mente de Rosa había un enorme optimismo y una imagen del sueño americano creada por Hollywood. Tenía la esperanza y casi la seguridad de que al día siguiente iba poder encontrar un trabajo donde no le pidieran documentos, donde el sueldo le alcanzará a vivir una vida digna y a ayudar a su familia en El Salvador. Rosa aún tiene 7 hermanos en El Salvador junto con sus padres, todos viven el día a día esperando que se llegue el turno de emigrar a los Estados Unidos con Rosa y su hermano. Personalmente, yo no le veo el fin a la inmigración, así pongamos más seguridad en las fronteras, tratemos a los inmigrantes de una manera miserable o deportemos a todos aquellos que estén aquí sin documentos. No tiene fin porque nuestras decisiones como inmigrantes no depende de lo que pase en los Estados Unidos, nuestras decisiones dependen de lo que pase en nuestro país de origen, de la corrupción, la falta de oportunidades, la violencia y el miedo a perder la vida.